lunes, 5 de marzo de 2018

Los musos no existen

Dormir, comer, andar, leer, las Lays Vinagreta, escribir, beber, e incluso sonreír. Sola. Me gusta sola. Me gusta concentrarme en hacerlo bien. Y que salga sola. Es maravilloso. O era. Porque ahora no puedo. No la encuentro. Y mira que he estado tiempo esperándola. Pero no viene. No viene y yo me impaciento. Miro lo que ni siquiera es una página en blanco, doy un sorbo y sigo.

No, no está. No ha venido. Y así quién puede, ¿verdad? Los musos no existen. Es cierto. Pero, sorpresa, las musas tampoco. Por eso nunca vienen a visitarme. Vienes tú, con tu media sonrisa y el rostro serio. Es mejor así, aunque con todas estas cosas que nos ahogan apenas da para llegar a ser.

Qué te voy a contar. Me gusta soplar en las heridas, chupar la sangre de los cortes y reírme cuando estoy haciendo enfadar a alguien. Socarrona. Me lo decía la directora. Enfadada con el mundo, no. Enfadada con tu mundo. Con ese en el que todo cuesta más de lo que puedes llegar a ahorrar con un sueldo de mierda.

No nos dejan ver qué hay allí. ¿Sabes lo que cuesta ir? Apenas te enteras de cómo van las cosas por aquí. ¿Las cosas? La cosa es que suele ser una mierda. Pero da igual. Da igual porque ni siquiera se están dando cuenta.