lunes, 19 de diciembre de 2016

Cuadrar el círculo

La que me enseñaste cuando estaba triste, la que cantábamos cuando volvíamos a casa felices, la que sólo suena en tu coche, la de dormir y la que siempre me recuerda a ti. No va a gustar.

Tus ganas de encender la luz, las mías de que esta vez funcione, el cojín para respirar mejor, los tapones para no escuchar y la columna de libros sobre la mesilla. No lo quieras entender.

Quedar a mitad de camino, beber en azoteas, no cogernos de la mano, ver películas en dvd, guardar el saquito de lentejas y jamás olvidar cómo olía ese pelo. No somos los mismos.

Que vuelvas cuando quieras, que te conviertas en piedra, que te encargues de disfrutar del mientras tanto, que pierdas siempre el primer tren y que se te escape la sonrisa. No voy a dejar de hacerlo.

El de los mensajes a deshora, la que no podía dormir, el que se quiere quedar, la que corre para dar un último beso y el que suele olvidar el tabaco en el salón. No se puede pedir más.

Tus pecas, mis lunares, toda esta gente que está alrededor, que haya llegado la hora de decir adiós, no saber, disimular, las cosas que sólo somos capaces de contar. Las que no nos decimos.



jueves, 1 de diciembre de 2016

Tus puntos suspensivos

Todo el mundo sabe cuando está cerca el final. ¿Lo ves? Lo está. Tienes ganas de pasarte, pero no te apetece realizar el esfuerzo. No es cuestión de quedar. Es cuestión de dejarlo estar. Hasta que no lo haces más. Yo conozco las mejores hamburgueserías de la ciudad y tú sigues empeñado en que te sale bien el arroz. No sé. Mamá cocina mejor y a mí tampoco me gusta mentir.

Mientras recuperamos todo aquello que perdimos, me dio tiempo a perder cada una de las cosas que quise recuperar. No importa. El paquete de tabaco sigue estando en la terraza. Por si lo necesitas. Por si me necesitas. Por si todavía podemos vernos algún día. Total. Esto no ha hecho más que jugarme malas pasadas.

Quizá tengan razón. Ya no hay tiempo para estas cosas. Quise escribirlo todo a mano, pero me tocó la botella de vino, no el cuaderno. Antes de encontrar al sastre me deshice de todos mis vaqueros, así que se quedó con cada una de mis sonrisas. Mañana. Tarde. Noche. Es posible que no vuelva nunca, o puede que lo haga una última vez.

Ignoro cuántos lunares tiene, su comida favorita y las cervezas que necesita para quitarse la vergüenza. Ya ves. Estoy dispuesta a ver todas tus películas. Al final nadie vino a arreglarme la luz, pero tampoco me hizo demasiada falta.