jueves, 26 de mayo de 2016

Tu ombligo

Hay que saber hacerlo. No te quiero, me inspiras. Hay que saber contarlo. No te olvido, me importas. Mientras saboreaba el pequeño triunfo de mi boca sin la tuya, los de mi alrededor hablaban de dignidad. A mí, que nunca he sabido comportarme, que sigo sin hacer lo que debería estar haciendo y que soy más de alcohol que de tiempo en eso de curar las heridas. Dignidad, dicen.

También dicen que estoy mejor de lo que digo, que lloro demasiado e incluso que no lo he superado. Qué sé yo. Tú no tendrías que estar aquí y yo no hubiera tenido que quemar todas tus fotos. Sabes de lo que te hablo. De las canciones que no escuchaste, las fotos que no sacaste y los mensajes que no escribiste. De lo que no sentiste. Del estoy aquí por ti, pero no me voy a ir cuando te deje. De los cuentos de ayer.

Ayer. Sí, ayer. Que te vi pero no te saludé. Que te miré, pero no te vi. Que te escribí, pero no lo envié. Que sonreí, pero no fue por ti. Es mi número favorito. Lo hemos logrado. Los he contado. Como los meses. En el fondo tú también sabes que van siete. Puedes llamarme lo que quieras. O mejor: no me llames nunca, que ya tampoco hace falta que me quieras. 

martes, 17 de mayo de 2016

El de la victoria

Fui porque tenía que ir. Tenía asumida la derrota. La tuya, la mía, la nuestra y la de toda esa gente que nos rodeaba. Como quien se presenta al examen de junio para ver qué preguntas le pueden caer en septiembre. Así. Sin presión, pero con esperanza. La de creer en un posible golpe de suerte, la de seguirlo con la mirada por si se da la vuelta, la de los goles en el último minuto.

Condenados, sin poder hacer nada por arreglarlo, con el nudo en el estómago del primer reencuentro con tu ex, con la tensión del día que tu equipo puede descender y la sonrisa nerviosa del que no sabe qué contestar a la pregunta más fácil del mundo. 

Sí. Nos vencieron. Sabíamos que aquel cigarro era el definitivo. Y te lo iba a haber dicho, pero preferí callarme. Y te iba a haber escrito, pero preferí dormirme. Ha salido el sol y ni siquiera he tenido tiempo de despedirme de la lluvia, del frío, ni tampoco de ti. Esto es solo un hasta luego.

Da igual dormir una hora menos, que tenga que salir a trompicones o que la vida valga hoy un poquito menos la pena. No importa nada. Solo volver a volver. Saber que estás y que siempre estaré.

martes, 3 de mayo de 2016

Mayo y sus pequeñas cosas

Tenían razón. No voy a hablar de amantes ni de eso de que antes la mala era yo. Tan solo de que es peor para el sol, de lo que cuesta asimilar una decepción o de que las mejores letras nunca las escribo yo. Y es verdad.

Que deja de doler, es verdad. A unos les cuesta más y a otras menos. Pero pasa, con el tiempo todo pasa. Y te lo dicen y tú no sabes de qué cojones te están intentando convencer si la única certeza que tienes es la de que todas las canciones hablan de él. De su risa, sus labios y su forma de mirar.

Y en cómo se mueve. Con lo poco que gustan los cambios, en general, y no hay manera de que pare de removerlo todo. Hay veces que sale solo y otras que cuesta. Igual que cuesta aceptarlo. No hay nada más allá de eso. No va a llegar nadie que nos abrace mejor, nos bese diferente o nos haga reír más fuerte. O al menos eso pensamos.

Así que seguimos bebiendo, besando y riendo. A veces hasta regalamos algún que otro abrazo. De los fuertes. De los de verdad. Y la vida sigue. Como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, como se cuece la pasta dentro de una olla de agua hirviendo. Quería decirte que sí, que hoy he vuelto a hacer espaguetis para comer. También había vino y fresas. Sé que nunca te gustaron pero tampoco confiaba en que vinieras.