martes, 21 de octubre de 2014

Ni título ni aniversario

Y quién me lo iba a decir, ¿verdad? Que iba a acabar adorando tu risa tanto como odio el nerviosismo de tus piernas. Que iba a haber un mapa en el que señalar los lugares visitados y un dibujo de Ratatouille en mi pared. Porque ni siquiera cuando me dijiste que ibas en serio empecé a creer que así fuera, pero he acabado en tu nueva habitación sonriendo con una canción en catalán y planeando asistir a un concierto en euskera.

Tal vez fue aquel viaje escuchando a Quique González o quizás el primer regalo envuelto en papel de periódico, qué sé yo. Tu saber hacer las cosas tan bien sin pedírtelo o esa maldita cama tan helada en la que apenas podía dormir. No sé si entre todas estas cosas hay alguna razón. Mis días libres, tus enfados o el primer beso. Robado o cedido, da igual.

La primera llamada de madrugada, el verde de tus ojos rojos o un par de Super Bock en cualquier terraza de Lisboa. Un buenas noches en ruso, aquel neska polita o escucharte hablando alemán. Creo que sigo sin encontrar el por qué. Incluso he llegado a una comida en la cafetería de mi universidad y unos chupitos en la Chocita, pero sigo sin entender cómo ha pasado.

sábado, 18 de octubre de 2014

Prometo algo bonito

Yo no tengo nada. Se acabó. Llevo unos días intentándolo, pero no hay nada más que tenga que decirte. Mi habitación es más pequeña, pero puedo decorarla. Ceno acompañada de una sonrisa y me gusta pasar tiempo en casa. Quizás fuimos demasiado ingenuos. No sé qué es lo que pretendíamos. Unir algo que llevaba años separado no fue buena idea. Menos buena aún si pensamos en eso de que ya no éramos los mismos. Ni yo te miraba con admiración ni tu eras el héroe de las aventuras que me gustaba contar.

Y es que nunca me gustó hacer las cosas porque me convienen. Igual que tampoco me gusta saludar a algún imbécil solo porque en el futuro me pueda ayudar. Creo que es un poco esto, ¿no? Que yo no sé poner buena cara a las personas que no me gustan. A veces lo he hecho, sí, pero me queda muy forzada.

A otros, sin embargo, les encanta eso de hacer que todo va bien, que por ellos no se han torcido las cosas. Aparentan ser tan perfectos que hasta se les ha olvidado que los que pisaron el castillo fueron ellos. Incapaces de tener emociones en privado, pero los más cariñosos cuando hay veinte personas mirando. No sé si es casualidad, pero sigo empeñada en mi ejemplo a no seguir, que es mucho más útil.