jueves, 27 de febrero de 2014

No llegamos al vino

No era el mejor vino que había probado, la carne estaba demasiado hecha y le faltaba sal, así que supuso que no era el momento de tener una discusión. Bastante tenían con estar en ese restaurante caro y aburrido. O por lo menos, bastante tenía ella, que siempre fue más de bares cutres y cerveza. Igual que era más de chicos con sudadera y zapatillas y no de los de camisa y zapatos. Pero claro, a esas alturas de su vida solo encontraba de los que se quejaban al mancharse. 

Entonces siempre recordaba a Pablo, que prefería espaguetis con tomate e ir de cañas por las tardes. Además, solía ponerse sudaderas, aunque ella nunca le regaló ninguna. Pensaban que hacerse regalos era pasarse de la raya, pero lo cierto es que ni había raya ni se pasaban. Más bien ni siquiera llegaron. La madre de Claudia siempre decía que habían sido unos cobardes. Tanto tiempo juntos e incapaces de decirse lo que sentían. Así acabaron, haciendo sus vidas por separado, cuando el mejor de sus futuros era en el que vivían juntos.

Sin embargo, allí estaba, en un restaurante caro, tomando una copa de un vino que no le gustaba con un hombre de traje, con tacones y sin una sola mancha de tomate. Lo normal cuando en vez de espaguetis pides carne. Dicen que cuando pides vino para cenar es que te has hecho mayor. Y claro, a ver entonces cómo le dices al camarero que lo prefieres mezclado con limón.

viernes, 7 de febrero de 2014

La carta de siempre

Es que es una pena, la verdad y te diría que lo digo con todo el dolor de mi corazón, pero estaría mintiendo y no me gustan las mentiras. Porque hace mucho, y digo mucho, que ya no dueles. A veces pienso que si he podido olvidar tu amor, podré olvidar cualquier otro. Y si ya apenas tengo recuerdos tuyos, a quién no voy a poder borrar.

Pero sí que es una pena, claro. Se supone que deberíamos haber estado toda una vida aprovechándonos y nos hemos desperdiciado. Que tu tendrías que enseñar mis fotos y yo presentarte a las personas importantes. Pero nos perdimos mucho antes.

Y sí que es una pena que no hayas vivido por mí. También que hagas sufrir a la que le sigues doliendo. A veces no hay razones para querer a alguien y lo haces. Y otras veces las hay para quererle y, sin embargo, no te sale. Dicen que así es la vida.

Vaya vida, por cierto. Todavía estoy esperando yo a que el tiempo ponga a cada uno en su lugar, a que la vida le dé a cada uno lo que se merece y a que crezca la lenteja que planté en un vaso de plástico cuando estaba en el colegio. Y es que ya ni siquiera me sale algo bonito cuando te escribo.

sábado, 1 de febrero de 2014

Siempre podremos comprar unos nuevos

Ayer perdí los cascos y hoy no he podido escuchar música en la ida y vuelta del trabajo, así que no he oído canciones. Ni las que me recuerdan a ti ni las que no. Pero he sobrevivido. Ahora tengo que comprar otros que seguramente no me duren más de tres meses. Y no quiero. Quiero los que he perdido.

Pero me tengo que conformar, claro. Porque ahora no hay nada demasiado estable, ni amistades de toda la vida, ni parejas que se quedan a tu lado para siempre y puede que hasta ni siquiera haya trabajos fijos. Por eso no me extraña que tenga que cambiar de cascos.

Hace meses que no sé qué contestar cuando me preguntan sobre mi futuro. Verás, hubo un tiempo en el que sabía qué decir, pero me cansé. Ahora tener un plan para dentro de un mes me parece demasiado tiempo. Quién sabe dónde estaremos dentro de treinta días. Puede que ya ni nos hablemos.

Y no sé qué haré cuando acabe la carrera, solo sé que no he hecho balance de 2013 porque me pareció estar partido en dos, que la segunda parte ha sido la hostia y que mañana me tengo que comprar unos cascos nuevos.