lunes, 29 de abril de 2013

La eterna sonrisa.

Verles felices es la sensación más bonita del mundo. Por ellas y él, soy capaz de volver a entrar a una iglesia o hacer el ridículo bailando en medio del restaurante. Porque sé que son los mejores años de sus vidas y porque no merecen que nadie se los fastidie, desde luego. Estar a su lado me llena de vida, cómo no lo iba a hacer, si me encanta acompañarles a dar un vuelta por el río, inventarnos cualquier excursión y que me enseñen sus progresos en el colegio.

Recuerdo ser la niña más borde del mundo, la que no regalaba ni un beso, ni siquiera a su familia, y la que se cabreaba por que le dijesen lo guapa que iba. Pues estas no, son las niñas más cariñosas del mundo. Divertidas, bailarinas, cantantes, actrices y mil cosas más. Algo de eso sí que han sacado de nosotras. Él, como único niño, es el más vergonzoso. Pero me encanta correr detrás de él para que me de un beso.

Tengo memorizadas las fechas de sus cumpleaños, pero si me preguntas por su edad me desoriento. Sé que las tres mayores llegaron el año que nos dejó mi abuelo y que seguramente, por ellas, todo se nos hizo más llevadero. Han pasado ya bastantes años, pero siguen siendo las personitas que mejor nos lo hacen pasar.

lunes, 22 de abril de 2013

"Mejor era cuando creía que también me querías"

Te pediría que me miraras a los ojos, que me prometieses que jamás me has olvidado ni me olvidarás. Que ha sido la etapa más difícil de tu vida y que siempre supiste que estabas perdiendo a la persona más importante que has tenido nunca.

Me cuesta mucho reconocer las cosas, pero también lo haría. ¿Quién no ha tenido que quitar el sonido de una canción porque no podía aguantar las lágrimas? A mi me ha pasado. Miles de veces.

El problema es que sabemos lo que sentimos nosotros, pero, por mucho que nos lo digan, es imposible saber cuánto sienten los demás. Y como es imposible, preferimos decir que las palabras no demuestran nada, que son los hechos los que te hacen ver cuánto te quiere una persona.

¿En qué momento de nuestra vida nos empezamos a plantear si realmente las personas de nuestro alrededor nos quieren? Le he dedicado tiempo a esto y no he encontrado respuesta. No me acuerdo absolutamente de nada. A lo mejor es puro egoísmo. Mejor que algo se termine porque la otra persona no nos ha querido lo suficiente. Mejor no sentirse culpable.

miércoles, 17 de abril de 2013

Egocentrismo.

Me suelo despertar, una mañana tras otra, muerta de sueño. Aún así, no soy capaz de dormirme a un hora prudente ni un solo día a la semana. También es verdad que es difícil que encuentres a una persona un poco más maniática que yo, como también lo es que empiezo a ver borroso a partir de la tercera caña.

No soy capaz de aguantarme las lágrimas en días de lluvia. Pero si ha hecho sol, ya puede la peor de las noticias venirme a buscar, que hasta las doce de la noche, con un nuevo día, no me verás llorar. No soy cariñosa. Yo diría que una de mis virtudes es no mostrar cariño hacia cualquiera. Al final, siempre hay un cualquiera que te decepciona, así que tampoco me sirve de mucho.

No me gusta el café, me encantaría pasar cada domingo en casa, con mi madre, y prefiero lo salado, muy por encima de lo dulce. En todo. El chocolate me empacha, nunca le eché azúcar a la leche y me cuesta muchísimo abrazar. Otro defecto. Ese y el de ser incapaz de dormir dos horas seguidas si alguien ha invadido mi cama.

jueves, 11 de abril de 2013

Lágrimas que nunca brotaron.

Lo peor de todo esto es que se acabaron los sábados de comida china y fútbol. No sé por qué se empeñan en acabar con todo lo que me gusta. Recuerdo cuando no hacía falta ir a los bares para ver el fútbol, cuando  la mitad del vecindario gritaba el gol de un equipo y, la otra mitad, el del otro. También me acuerdo de cómo bajamos todos juntos a bañarnos a la fuente de la glorieta de turno, sin importar los colores.

Los desayunos venían acompañados de Goku o de Oliver y Benji y no ibas solo al colegio, te llevaban. De la misma manera que después te recogían, tenías un plato de comida sobre la mesa y te ayudaban a hacer los deberes. En la memoria están los días de verano en los que llevabas pantalón corto debajo de la falda porque los niños, en el recreo, te la levantaban. Qué descaro. Los mismos niños con los que horas después jugabas al fútbol.

Las reuniones en el segundo, en el cuarto o en el sexto. Los refrescos en el bar de abajo. Los paquetes que enviaba la abuela con su correspondiente pijama de cada época del año. Pedir permiso para cruzar la calle. Celebrar los cumpleaños en el telepizza. También estaban los que no lo celebraban porque cumplían años en verano, yo era de esas. Pero, sobre todo, lo que más echo de menos es que las despedidas no eran amargas y que nos convencían con un: "No te preocupes, los seguiremos viendo a todos".

domingo, 7 de abril de 2013

Autobuses.


No recurriré a la metáfora del tren, pero tampoco seré muy original, así que hablaré de autobuses. Después de muchos años buscándolo, conseguiste que un autobús, en concreto, tu favorito, aparcase en tu estación. Estabas deseando que lo hiciera. Y si a eso, le sumas la novedad, pues los primeros meses los pasaste cuidándolo, lavándolo, conduciéndolo cada vez que podías. Resumiendo, era tu autobús y pasar las horas muertas a su lado, te encantaba.

Sin embargo, el efecto novedad llegó a su fin y los días que pasabas en la estación, con tu autobús, eran cada vez menos. Ya no te importaba dejar tu visita para las nueve de la noche, ni siquiera adelantabas la cita con los demás para poder estar más tiempo con él. Lo normal es que el autobús se haya ido estropeando poco a poco, hasta que llega un momento en el que, por mucho que lo intentes limpiar, las manchas de óxido no se quitan.

No puedo decir que se te vaya a escapar el tren, porque hablo de autobuses. Pero, a lo mejor, cuando vayas a volver a conducir tu querido autobús, porque lo quieres, ni siquiera arranque. Por supuesto, que si no te lo roban, quizás nunca se vaya de tu estación. Pero, ¿te conformarías con un autobús que no puedes conducir? Estará demasiado degradado como para poder sacar lo mejor de él.

sábado, 6 de abril de 2013

Volví.

El estado de desesperación lleva a la ansiedad, la ansiedad a no dejarte respirar y no respirar a dejar de hacer lo que tanto te gusta. Como una cascada, de esas que siempre sueñas ver de cerca cuando eres un niño, vas cayendo hasta abajo, hasta chocarte con las rocas y que tus huesos salpiquen como lo hace ese mismo agua. El agua en el que se refleja el arco-iris. Sí, también tus sueños han estado llenos de color. Ese mismo color que, ahora, con tu cuerpo y tu mente hechos añicos, inunda tu vida. La alegría de haberte chocado contra las rocas a tiempo. Y la de saber que, aunque estés destrozado, siempre hay un arco-iris que te hará sonreír para que, así, vuelvas al lugar del que te caíste.