sábado, 16 de marzo de 2013

Ensalada de pasta.

Creo que este está siendo uno de los inviernos más rápidos de los últimos años. Ya está acabando y, por supuesto, me moría de ganas de que lo hiciese. No creo que el invierno le guste demasiado a la gente. A mí particularmente, me disgusta. Es raro, es una tontería, pero sí, el tiempo, influye en mi estado de ánimo.

Porque si hace sol, salgo con más tranquilidad y alegría a la calle. Porque si está nublado, siempre salgo con la incertidumbre de que en algún maldito momento esa nube tan negra se descargará sobre mi cabeza. Y no me importa que se me moje el pelo, que me hayan robado el paraguas o que no tenga chubasquero, lo que más me molesta es que se me mojen los pies.

En verano, si se me mojan los pies, es porque yo lo he decidido. En verano, si se me cortan los labios, no es por el viento frío de Madrid, es porque me he expuesto demasiadas horas al sol. Y sin protección. Quiero hacer un tupper lleno de ensalada de pasta, pero no para llevarlo a la universidad porque tengo que comer allí. Lo quiero en una nevera llena de refrescos. Y lo quiero en la orilla de la playa.

martes, 12 de marzo de 2013

Sombras.

Hubo un tiempo, muy largo, por cierto, en el que sentía que ella también había perdido su sombra. Las mañanas que se quedaba en casa, alegando una poco creíble enfermedad, solía ver la película de Peter Pan y pensaba: "Eso es exactamente lo que me pasa a mí, he perdido mi sombra y necesito a alguien que la cosa a mis pies".

Y es que, aunque no se cansaba de hacerse la fuerte y mucho menos iba a dejar que alguien la debilitase, sabía que, en el fondo, lo que buscaba era eso. Necesitar a alguien, sentirse débil, encontrar a su sombra, que la cosieran a sus pies y no tener que ponerse a buscarla nunca más. Nunca jamás, como el país.

Años buscando su sombra, parecía que si no la tenía pasaba por el mundo totalmente desapercibida. Todo el mundo tenía sombra, había llegado a ver a personas con cuatro sombras. Sin embargo, nada, ni una. "Si por lo menos hubiera sido la primera niña perdida, no habría tenido que crecer". Pero te obligan a hacerlo, por más que te niegues.

Y menos mal, que encontró a su sombra. Solo una, eso sí. Siempre había detestado a esas personas que poseían cuatro. Prefería lo único a lo abundante. Aunque no logró que la cosiera a sus pies, la tenía. Y aunque nunca estará segura de no poder perderla, la tiene.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Rodeados.

Hay veces que estás tan melancólico que no sabes ni qué te produce tanta tristeza. Hoy no es de esos días, si lo fuera, no podría escribir de ello. Las cosas hay que verlas desde la distancia Igual que cuando te haces un arañazo en la mano pero no lo ves hasta que no pasan dos horas, te escuece y se enrojece.

Desde la distancia puedes ver tu estado de ánimo, las personas que te quieren y las que no. Hay muchos momentos en los que estás solo. Y la verdad es que no es porque seas una persona de mierda, es que los que te rodeaban no hacían más que eso, rodearte.

Sin embargo, que te rodeen no es suficiente. Necesitas que te rodeen bien. A lo largo de toda mi vida me han rodeado cientos de personas, pero solo unas pocas me han rodeado bien. Un amigo mío dice que lo único que quiere es que le abracen. Y yo le doy la razón, creo que no hay nada más importante.

domingo, 3 de marzo de 2013

Hablando de puertas blindadas.

Deja de dar golpes a la puerta. ¿Nunca te han explicado que para entrar tienes que usar una llave? Si no la tienes, tus patadas, puñetazos y embestidas no servirán para nada. Además, ¿por qué te empeñas en conseguir algo que no te importa? Solo por la satisfacción que sientes al derribar la puerta, por eso te empeñas, admítelo. Quieres salirte con la tuya.

No ayudaste a crear esta casa, por esa razón es por la que no tienes llave para entrar. Años de esfuerzo y de supuesta fortaleza han conseguido alzarla y no vas a entrar a las primeras de cambio. Asumirlo es lo primero. Por mucho que cueste. A esa casa también le costó, ¿sabes? No fue fácil convertirse en lo que es hoy.

Creo que la fuerza no tirará abajo la puerta. Pero puede que sí lo hagan los años, el tiempo, la vejez que puede con todo. Entonces, la puerta estará demasiado vieja para aguantar los empujones y, tal vez, consigas entrar. Sin embargo, siempre te quedará la tristeza de saber que podías haber tenido la llave desde el principio y no quisiste.

sábado, 2 de marzo de 2013

Cabellos grisáceos.

Hay un momento en la vida en el que dejas de sentir el paso del tiempo. Ya no hace falta que estés distraído para que pase de forma rápida, ni pasas las horas muertas mirando la hora qué señala el reloj. Tampoco parece que estés disfrutando de la vida, simplemente la vida pasa y tú mientras tanto, sentado en una mecedora, que suena a años de movimiento, esperas que llegue el día en el que recibas una visita.

Ahora estás solo esperando a que la vida haga contigo lo que le apetezca y no haciendo lo que te apetece con esta maldita vida. Porque ya no importa lo que tengas ganas de hacer, importa lo que eres capaz de hacer que, a estas alturas, son pocas cosas.

Ni siquiera sabes en qué día vives, porque los días de la semana hace tiempo que perdieron su sentido. La memoria te falla mucho más de lo que te gustaría, al igual que tus oídos y tu vista. Y tu cabello es un reflejo de tu persona. Ya no hay vida, solo pelo, casi siempre gris por mucho que tus seres queridos se empeñen en ponerle color.

Y el color solo llega en ese dichoso día, en el que sí que te despiertas con alegría, en el que sí que miras el reloj esperando una determinada hora. La hora de todos los domingos, la hora de las visitas, la hora en que todos se vuelven a reunir. Alrededor de ti, nexo de unión. Por supuesto, tampoco recuerdas cuando se empezaron a organizar esas citas contigo de protagonista, al igual que al día siguiente no sabrás qué comiste el domingo.

Pero comiste, como cada domingo. Tuviste un día de color y ahora vuelves a esperar qué desea hacer la vida contigo porque ya sabes que tú no puedes hacer nada con ella.